De destello en destello
EXCURSION A LOS FAROS CUBANOS
Una u otra vez, desde que el turismo emergió como locomotora de la economía cubana, aparece un empresario del sector con la excelente idea de aprovechar los atractivos de los faros del archipiélago, que resumen en su conjunto interesantes valores históricos, estilos arquitectónicos de gran singularidad y entornos naturales que por sí mismos dan mérito a una estancia en cualquiera de ellos.
Poco antes de que la torre del Morro de La Habana cumpliera sus primeros 150 años de servicio, el experto Miguel Angel Sanchez Terry, destacó en un libro acerca de los faros españoles de ultramar que a ésta se le puede considerar una de las mejores señales marítimas de América y del mundo, y no dejó de reconocer el cariño con el que los cubanos conservan y atienden esas luces.
Del conjunto de señales marítimas que protegen la navegación en torno al archipiélago, se distinguen los 17 faros que originalmente fueron operados y vigilados por dotaciones de torreros, aunque en la actualidad varios han pasado a sistemas automáticos de encendido y funcionamiento.
Excelentes muestras de construcción en piedra de cantería son la mitad de ellos, levantados durante el siglo XIX, mientras el metal y el hormigón caracterizan las torres edificadas durante la última centuria. Paralelamente, la fuente de iluminación transitó los caminos tecnológicos desde los aceites de colza, ballena y de oliva, hasta llegar a la electricidad tras pasar por los sistemas alimentados con petróleo, kerosene y acetileno.
El emblemático faro cuya silueta identifica a la capital cubana y distingue a su puerto, fue encendido por primera vez a las 7:30 de la noche del 24 de julio de 1845 y fue el primero de la nación en emplear el entonces avanzado sistema lumínico diseñado por Agustín Fresnell, ingeniero del servicio de faros de Francia.
Justamente un siglo después de su apertura fue electrificado el faro del Morro de La Habana, centro hoy día de un parque histórico-militar e incluído en el título de Patrimonio de la Humanidad otorgado por la UNESCO a La Habana Vieja. Similar reconocimiento avala desde 1997 al castillo de San Pedro de la Roca, donde yergue su luz el faro de Santiago de Cuba.
Tomando a aquel como centro, es posible desplazarse a no menos de cinco faros que cubren las costas de la zona oriental de la isla, incluído el importante corredor marítino del Canal Viejo de las Bahamas, que limita al norte de esta zona. Pero antes se hallará al oeste el faro Vargas, una hermosa torre de sillería que iluminaron en 1871 al extremo del poblado de Cabo Cruz; allí, aparte de una población pescadora de medio millar de habitantes, se hallará tambien parte de los más representativo y mejor conservado de la fauna y la flora cubanas.
Hacia el oriente se halla Punta de Maisí, que puede alcanzarse al cabo de una fácil y llena de atractivos navegación a la vista de la costa, o por tierra, sorteando la costa, ascendiendo al firme de la montaña, cruzando ríos fascinantes y explorando la pujanza de un mondo vegetal donde pueden encontrarse raros cactus y helechos arborescentes que viven en permanente ambiente de humedad.
El faro de Maisí es una torre blanca de 37 metros de altura, a cuya localidad se desciende por un sistema de terrazas único en la topografía cubana. En los amaneceres despejados, pueden verse en el horizontes durante un instante las elevaciones a contraluz de la Mol de San Nicolás, en Haití.
Desde el extremo oriental de la isla se continúa viaje por la costa norte y, avanzando hacia el poniente hallaremos multitud de esas señales. Una vez hicimos este trayecto de retorno, vía Baracoa y Holguín, importantes ciudades de la región, para recalar por caminos arenosos a la hermosa torre de Punta Lucrecia, después de visitar en Banes uno de los más significativos museos arqueológicos cubanos.
La torre de Lucrecia se semeja a la de Cabo Cruz, en piedra desnuda hábilmente labrada, con un zócalo de planta octogonal y un hermoso capitel, pero algunos detalles de la terminación evidencian al constructor más inspirado, como si hubiera pretendido mejorar lo que en el oltro se hacía. El mar inmediato, cuentan, guarda tesoros de hermosura bajo la superficie.
Continúa el recorrido sobre la costa septentrional y se llega, cpon sólo cruzar un puente, a Cayo Sabinal, una extensa reserva forestal en cuya costa vela desde 1850 el faro Colón, en la punta de Maternillos. La puerta de acceso a su torre se levanta a varios metros del suelo y para acceder a ella hay que salvar un espacio que cubre un pequeño puente levadizo, protección contra asaltantes.
Más hacia el poniente, ilumnina el Canal Viejo de las Bahamas el faro de cayo Paredón Grande, cuya estructura de metal revela la llegada de una nueva época arquitectónica y el talento del ingeniero Don Francisco de Albear, a quien veneran los habitantes de La Habana por haberles creado también un duradero acueducto.
Al cayo se llega desde hace años por un camino de piedra que cruza el mar somero, pero sólo es posible acceder por mar a las siguientes torres, la de Caimán Grande de Santa María y la de Bahía de Cádiz. También se llega navegando a Cayo Piedra del Norte, con una pequeña playa sombreada por cocoteros, donde en las mañanas toman sombra los turistas que arriban en lujosos catamaranes desde el balneario de Varadero. El faro de este último punto es una rareza, pues la torre se levanta unida a la antigua casa de vivienda de los torreros.
En dirección oeste y con una fácil entrada por tierra, el faro de Punta Maya ilumina la boca de la profunda bahía de Matanzas. Al sur queda Cienfuegos, puerto de aguas abiertas entre dos extensos macizos de cayos de la plataforma cubana, en cuya entrada marca el rumbo la blanca torre de piedra del faro Los Colorados. De ahí se navega a Cayo Guano del Este, que a un extremo del florido archipiélago de Los Canarreos alerta con sus destellos el peligroso descenso de las isobatas.
Si navega de noche por esta zona y cae al suroeste, pronto hallará los destellos del Faro de Carapachibey, visibles a 30 millas, que marca el límite de la costa meridional de la Isla de la Juventud. Tiene 56 metros esa torre y es la más alta de Cuba; hay en su entorno infinitas playas, renombradas zonas de buceo, costas que fascinan a los pescadores a caña y sitios arqueológicos de máximo interés.
Hay comunicación diaria, por mar y aire, entre la Isla de la Juventud y la ciudad de La Habana. Ya en la capital, una cómoda navegación o un pintoresco viaje por tierra hacia el oeste puede llevar al excursionista a la vista del faro de Punta Gobernadora, pintado de franjas horizontales blancas y rojas, y al de Cayo Jutías, en el archipiélago de Los Colorados, cuya playa posee desde hace meses instalaciones turísticas en espera de visitantes, que pueden llegar por tierra desde el poblado de Santa Lucía, en la costa norte de la provincia de Pinar del Río.
Este último faro es el único superviviente de una generación de faros metálicos de planta octogonal instalada en algunos puntos de la costa cubana a principios del siglo XX. Desde su ubicación, la línea del litoral se inclina cada vez más hacia el sur hasta que anuncia su presencia el faro del cabo de San Antonio, que al caer la noche se identifica con dos destellos cada 10 segundos.
Amanecer en la cercana playa de Las Tumbas, a la sombra de coposos arboles de uva caleta y en el bullicio que forman en la espesura las bandadas de parlanchinas cotorras, sencillamente estimula las ganas de vivir.
9.2.08
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Ante todo un saludo::
He leído su artículo dedicado a los Faros de Cuba, y es un tema que me fascina.
Recuerdo en mi período de educación primaria, siempre se nos enseñaba el "Faro Cruz del Padre", situado en lo más septentrional del territorio nacional, en el minúsculo Cayo de igual nombre, y se nos ubicaba en el mapa.
Desconozco si actualmente se sigue señalizando por su curiosidad geográfica.
Buscando en Internet, he visto en Postales Antiguas con su arquitectura colonial original muy bella de 1862.
En una emisión de Correos de Cuba, que aborda esta temática, ya sale este faro con la reforma de 1982, cuando se elevó la torre con una de esqueleto para aumentar su altura y visibilidad.
Sin embargo, ya no existe referencias actuales a su estado físico y funcional, ni tampoco fotos recientes que nos muestren su aspecto más actual.
¿Dispone Ud. de alguna información o fotografía que nos aporte más datos?.
Atentamente, César O. Gómez lópez.
Publicar un comentario