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ENTRE TORTUGAS Y MAR EN GUANAHACABIBES
DESTINOS, No 7, año 2004, pág. 8

Hay un grupo de jóvenes que se desprenden con gusto de la ciudad durante las vacaciones de verano para vivir una experiencia única: ayudar a sobrevivir a las poblaciones de quelonios que arriban a la costa suroccidental cubana para efectuar el desove.

Al cabo de un viaje de 300 kilómetros desde la capital, grupos de cuatro o seis voluntarios ocupan los campamentos que a lo largo de la dilatada costa de arrecifes que da frente al mar Caribe se levantan en un puñado de playuelas arenosas donde las tortugas depositan sus inmensas camadas de huevos en las noches de calma, calor y jejenes.

Se nombran Las Canas, Playa Antonio, Resguardo, Perjuicio, La Barca, El Holandés, Caleta Larga, Caleta de Piojos y Los Cayuelos. . . lugares que guardan viejas historias de naufragios, piratas y tesoros aun no encontrados, como también el encanto de la vida agreste. Los días son libres, y si alguno duerme hasta la tarde, los más aprovechan la playa increíble para el baño y la pesca a sedal, y la frescura y encantos del bosque para el paseo. Las noches son para el trabajo y pronto se demuestra que hay bastante que hacer

Pasadas las 10 de la noche ya están los grupos en la playa. Hay que recorrer la franja arenosa cada cierto tiempo, detectando en la oscuridad cualquier señal que descubra a una tortuga que ha salido a desovar. A veces se ve al animal mismo, otras, son sus huellas inconfundibles en la arena, o el ruido que arma en la maleza, abriéndose camino, o el surtidor de arena que se descubre cuando abren la “cama”. Entonces comienza la acción.

EL PROYECTO

De las siete especies de quelonios identificadas en todo el planeta de los zoólogos, cuatro anidan en Cuba: Tortuga Verde; (Chelonia mydas), Caguama; (Caretta caretta), Carey; (Eretmochelys imbricata) y el inmenso Tinglado; (Dermochelys coriacea), cuya concha carece de los escudos o placas que caracterizan a las restantes y es francamente el menos frecuente de todos en aguas cubanas.

Los quelonias, debido a la abundancia y calidad de su carne, son masiva y persistentemente agredidos por el hombre y no sólo en Cuba. Las soluciones a la depredación pasan en todas partes por la cobertura de problemas económicos, incluidos empleos suficientemente remunerativos y alternativas alimentarias, además de educación ambiental y luego las medidas represivas. El decreto ley 164, Reglamento de Pesca, sanciona con multas de 400 a 4000 pesos la captura e incluso el consumo de cualquiera de las cuatro especies de quelonios que frecuentan esta agua.

En la temporada de 1998, el Cenetro de Investigaciones Marinas se lanzó por primera vez a la experiencia. Plantaron un rústico campamento en Playa Antonio, a unos 20 kilómetros del poblado de La Bajada, y de mayo a septiembre inspeccionaron la costa noche a noche con la ayuda de unos 40 estudiantes. Sumadas las de esta playa y la de El Resguardo, tres kilómetros al oeste, en esa ocasión controlaron 96 salidas de tortugas y ubicaron 66 nidos.

Los quelonios son de este modo protegidos justo en el momento en que son más vulnerables. Una vez que la hembra asciende la duna arenosa y comienza a abrir el nido, el inmenso animal queda prácticamente indefenso. Los cazadores furtivos se aprovechan entonces para darles muerte con facilidad. Todavía en las costas de Guanahacabibes se encuentran conchas de quelonios con evidencias de reciente depredación.

COMIENZA LA ACCION

Cuando la hembra queda inmóvil, abriendo la cavidad de incubación con una sorprendente coordinación de sus aletas traseras, que funcionan como palas sacando la arena, los miembros del proyecto identifican su especie, anotan las dimensiones de su concha, miden la amplitud de la huella en la arena y cuentan los huevos de la puesta.

El nido queda marcado con un número y la fecha, de manera que al cabo de 45 días los voluntarios que se encuentran a cargo de la playa podrán calcular el momento adecuado en que deben esperar la eclosión para proteger las crías de los depredadores y el medio adverso.

Durante las seis temporadas transcurridas hasta la del año 2003, el Proyecto Universitario para el Estudio y Conservación de las Tortugas Marinas testificó en Guanahacabibes 2 004 salidas de tortugas, las cuales dejaron en total 1 274 nidos. Sólo en la temporada del penúltimo año del mencionado período se contabilizaron 43 186 huevos.

Lázaro Márquez, director del Parque Nacional Península de Guanahacabibes, destacó la eficacia del proyecto durante un encuentro con uno de los relevos de voluntarios. Una demostración –a la inversa- de la importancia que objetivamente alcanzan estas labores, tanto como de la necesidad de otras medidas, ocurrió el pasado año cuando una de las playas quedó un mes sin custodia y aparecieron allí los restos de siete tortugas muertas.

La investigación comienza a revelar aspectos interesantes. El desove tiene temporadas de “altas” y de “baja”. Los años pares son los más ricos en arribos y desoves. Como dato curioso se reportó la anidación de dos tortugas “extranjeras”: una marcada en la Florida con etiqueta SSA987, que subió 13 veces a Los Piojos, y una procedente de Playa del Carmen, en México, con la marca XC442.

En la quincena del 21 de junio al 6 de julio del año pasado, los que estábamos en Playa Antonio recibimos en la costa 13 tortugas, de las cuales 10 hicieron nido. La puesta más numerosa fue de 132 huevos, el 2 de julio. Esa fue la madrugada de más acción, cuando una tortuga verde y una caguama salieron a la vez e hicieron nido lado a lado; otra tortuga salió hasta lo alto de la duna, dio un largo paseo bajo los guanos y se fue. Mientras todo esto ocurría, una cuarta subió por un sitio alejado de la playa, hizo nido, puso y se marchó, implantando récord de velocidad. Valió la pena dejar La Habana para vivirlo.

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