1.4.08

GUANAHACABIBES, LA ESPERANZA DEL BOSQUE
Publicado en versión muy resumida en la revista Cuba Internacional, no. 353, 2005.

A través de lo que fue espesura y misterio vegetal hoy se ve el cielo tras grisáceos troncos de guano coronados de pencas mustias. Tras la ventanilla pasa el paisaje de la península de Guanahacabibes, en lo más occidental de la isla de Cuba. Los ojos buscan lo verde y saludan el ave, la jutía que apenas se deja ver, la silvestre manada de vacunos que ha crecido en estos meses, como si esos animales buscaran en la compañía de sus iguales la fuerza para enfrentar el temor que la naturaleza desencadenada les dejó.

La costa, oculta un año antes a lo largo de la carretera por una apretada cortina de manigua, muestra ahora largos tramos desnudos que dejan a la vista el mar. En un punto del litoral, la alta duna aparece profundamente cortada como si a través de ella hubiese atravesado la cuchilla del buldozer. Solo en lo alto del farallón se aprecia menor el daño, seguramente debido a que la vegetación que allí crece está preparada para luchar infinitamente con los vientos.

Pasan las playas: Antonio, Resguardo, Perjuicio, La Barca, El Holandés..., alguna a la que habrá que buscar ahora nombre. En Caleta de Piojos saludamos a un viejo conocido, el montero Tito. La familia está bien; nadie quedó en toda la península cuando se aproximó el ciclón. Sus casas levantadas cerca de la costa desaparecieron, pero cuando regresaron al monte tras el paso del meteoro no faltaba siquiera
uno de los 220 puercos que cuidan sueltos por esos montes. Ni siquiera las crías.


EL HURACÁN
"Iván es un peligro...", coincidían los titulares de dos conocidos diarios cubanos al amanecer de jueves 9 de septiembre de 2004. La tarde antes la Defensa Civil había puesto en alerta el oriente del país y la población seguía con tensa preocupación los avances del huracán. El mes anterior el "Charlie" les había puesto a prueba y la conciencia de que el fenómeno que se les avecinaba era el doble de peligroso ponía ansiedad incluso en quienes residían en sólidos edificios de apartamentos.

Una inusual combinación de influencias hacían prácticamente impensable la posibilidad de que el terrible "Iván" pasara sin tocar tierra cubana. La interrogante era dónde, pero los modelos de pronóstico de las primeras horas no obviaban en ninguna de las variantes el cruce del meteoro sobre la Isla. Era remota la posibilidad de que escapara al cerco que formaban un anticiclón, un sistema frontal, las altas presiones continentales y los restos de otro huracán anterior. Todo empujaba el remolino hacia la isla.

Durante cinco largos días se vigiló su paso a lo largo de las costas meridionales; y cuando en La Habana apenas se podía creer que escapábamos ilesos del desastre, la televisión difundió la escalofriante imagen de satélite que mostraba el ojo del huracán rozando el Cabo de San Antonio como una sierra descomunal. Se sabía a salvo a los compatriotas de aquel extremo, pero la preocupación se volcaba hacia los conocidos valores naturales de la occidental península.

El martes 14 de septiembre los instrumentos de la estación meteorológica del Cabo de San Antonio no resistieron el embate de los vientos. La hoja de registro del anemógrafo guardó el testimonio de un brusco trazo que desbordaba el límite del papel; se habló de vientos de 320kilómetros por hora, de 350, ¡hasta de 400 kilómetros por hora! Todo pudo haber sido, porque salvo el centenario faro Roncali (1847), toda la región mostraba el impacto de lo que fue calificado luego como el evento ciclónico más poderoso y devastador que ha afectado al territorio cubano en los últimos 50 años.


NATURALEZA PRÓDIGA
Hace casi dos décadas la UNESCO dio el título de Reserva de la Biosfera a la Península de Guanahacabibes, en el extremo occidental de la isla de Cuba. La carencia de tierras de cultivo en sus algo más de 100 000 hectáreas, su distancia de la capital del país y las difíciles condiciones de vida contribuyeron al aislamiento de la región durante la época colonial. En el siglo XX se intensificó en aquellas soledades la explotación forestal y cayeron sobre sus ricos bosques la sierra y el hacha. Los bosque semideciduos (que pierden el follaje en cierta época del año) de la región comparten con los de la Ciénaga de Zapata y los del sur de la Isla de la Juventud la consideración de ser probablemente los mejor conservados de su tipo en todo el Caribe insular.

Una porción, Cabo Corrientes, fue la primera a la que se salvó su integridad gracias a la temprana decisión de convertirla en reserva natural. Hoy día las cerca de 40 000 hectáreas del Parque Nacional Guanahacabibes constituyen el núcleo de un importante conjunto de unidades de conservación estricta que incluyen las reservaciones de Cabo Corrientes, El Veral y Cabo San Antonio, más un corredor costero de unos 70 kilómetros de largo y los humedales del norte de la península, en trámite hacia la condición RAMSAR. Aproximadamente la cuarta parte de la extensión protegida
corresponde al área marina.

Asombra la diversidad botánica que afinca las raíces sobre la dura roca de esta península, donde ni siquiera las plagas de mosquitos y jejenes han logrado poner coto a la degradación del medio natural, por obra en ocasiones de las mejores intenciones del hombre. En los bosques predomina la madera preciosa y la dura y semidura, según criterios forestales, como el sabicú, el cedro, el roble, la majagua; existen interesantes especies de mamíferos, como el venado y la jutía, y una valiosa concentración de endémicos entre las aves, reptiles, arácnidos y otras clases de componentes de la fauna. Resulta irónico que para proteger esta riqueza la reducida población local fuera desplazada hace años del interior de la península, mientras a raíz del paso de "Iván" un informe científico reconocía:

En Guanahacabibes, en los últimos 25 años, se ha producido una disminución de la densidad arbórea, lo cual ha provocado los mayores efectos denso- dependientes del impacto del huracán, con las peores repercusiones sobre la diversidad biológica.


INVENTARIO DE DAÑOS
El primer grupo de hombres que penetró en la península tras el paso de "Iván" tuvo que empeñar horas y voluntad para llegar al extremo del Cabo. El mar había levantado el camino y dispersó los bloques de pavimento allí donde pudo alcanzarlo. Había árboles caídos sobre el vial, instalaciones destrozadas y desaparecidas; un muelle de 80 metros destrozado a escaso tiempo de su apertura; incluso el sitio arqueológico de playa El Resguardo fue seriamente impactado, aunque fue el único lugar con tales características que sufrió daños. Fue cruel comprobar el estado en que quedó la orgullosa vegetación de Guanahacabibes.

Impresionado, alguno llegó a afirmar que había desaparecido el bosque allí. Triste visión: lo que había quedado en pie estaba desnudo y quemado por la fricción de vientos descomunales. De acuerdo con una valoración inicial realizada tras el paso del huracán por el Centro de Investigaciones y Servicios Ambientales (ECOVIDA), los mayores impactos fueron sufridos por la vegetación de las costas arenosas y el bosque de ciénaga. Además de hierbas y arbustos que abundaban en las playas arenosas, sobre la línea litoral del sur fue devastado el 60 % de la población de uva caleta (Coccoloba uvifera), especie arbórea a la que se reconoce una decisiva función en la protección de
la duna arenosa, y una parte importante del guano de costa (Thrinax radiata), que además de su atractivo paisajístico local tiene un significativo papel en la alimentación de la fauna.

Los espacios abiertos en torno a los espejos acuáticos dieron oportunidad a los fuertes vientos para incrementar la destrucción en los bosques cenagosos. Controles realizados en varias parcelas tras el paso del huracán, demostraron que en general los bosques semideciduos fueron perjudicados en razón inversa a su grado de conservación, concentrándose los daños sobre áreas menos densas y consolidadas, además de derribar algunos árboles emergentes, más viejos y de mayor talla.

Aquellas zonas donde se había interrumpido la intervención forestal por mayor tiempo fueron menos vulnerables a los daños provocados por el huracán, a causa de su homogénea cobertura vegetal. Los analistas consideraron catastróficos los efectos de los vientos de "Iván" sobre la parcela La Jocuma, donde hasta hace cuatro años se estuvo practicando la extracción de cujes para tabaco, mientras un sector no lejano en el que los trabajos de tala habían recesado por 16 años resistieron con exito el descomunal ataque.

Por estar preparadas para enfrentar el continuo embate de los vientos, fueron menores los daños sobre las formaciones vegetales xeromorfas y micrófilas que ocupan lo alto de los farallones acantilado que bordean alrededor de una tercera parte de la longitud de la costa sur de Guanahacabibes. Esta circunstancia resultó favorable para varias de las especies florísticas endémicas de la península, tales como Harrisia Teatra, Piper guanahacabibense, Vides guanahacabibense y Vitex acunae.

Los bosques contiguos fueron protegidos por esta vanguardia y se hallan entre los que menos efectos recibieron de las intensas ráfagas. Hojas, flores y frutos fueron arrancados, arrastrados y quemados por el viento, comprometiendo los recursos para la alimentación de numerosas especies de animales. Junto con ellos se perdieron incontables curujeyes (epífitas vasculares) y orquídeas que hallaban sustento en las ramas del arbolado.

Sin embargo, la destrucción no era tan absoluta como inicialmente creyeron las pupilas desesperadas de los hombres. Hubo ciertamente efectos muy severos, pero incluso en el Cabo de San Antonio, cruelmente golpeado por los vientos, este reportero vio desde lo alto del faro como el verdor retorna ya a la manigua que cubre la inmediata barra acantilada en forma de herradura. Los monitoreos realizados por personal científico muestran que hacia la vertiente septentrional, y principalmente del centro hacia la porción oriental de la península, los daños fueron menores e incluso la parte baja del bosque permaneció verde, sin evidencia de la intensa destrucción mecánica que produjo el viento.

En general, los botánicos consideraron improbable desde un primer momento que los
devastadores impactos del fenómeno meteorológico pusieran en peligro de manera notable las 15 especies de la flora endémica de la zona, por razones de que la mayoría de ellas son hierbas y arbustos, lo que las hace quedar menos expuestas. El caso más preocupante fue el de la Gorziella mínima, a la que durante varios meses se consideró perdida por la invasión marina en las playas donde moraba, hasta que fue nuevamente localizada en otros lares.

Son cuidadosamente observados los significativos cambios microclimáticos ocurridos en las áreas boscosas a causa de la intensa defoliación. Sólo con el restablecimiento del follaje retornarán a la normalidad los niveles de radiación solar, temperatura y humedad en el ecosistema forestal, condición imprescindible para la vida de numerosos organismos vegetales y animales.


EL SILENCIO DE LAS AVES
Por ser tan numerosas y tan estrechamente vinculadas a su medio, las aves estaban entre los grupos faunísticos más influidos por las consecuencias del huracán. Las 172 especies de la ornitofauna de Guanahacabibes afrontaron diferentes retos. Durante una expedición a menos de un mes del paso de "Iván", integrantes del proyecto de estudio de las tortugas marinas hallaron abundantes restos de aves muertas en la playa El Holandés. Más adelante, adentrándose en el monte por el camino de cueva La Barca, observaron todavía pocas aves: perdices, una pareja de carpinteros verdes, un arriero y algunas bijiritas, "todas muy silenciosas y volando bajo".

Un tocororo hallado por la zona de Perjuicio se hallaba en la misma situación: a baja altura y silencioso. Los pájaros que se alimentan de néctar, frutos y semillas fueron golpeados de inmediato por la escasez de comida. De los libadores como el zunzuncito solo se halló una pequeña colonia en Cabo Corrientes. Las agrupaciones de cotorras, siempre tan activas, tuvieron que introducir notorios cambios de conducta y descender de lo alto de los árboles para forrajear en el suelo algo de alimento. Los insectívoros tuvieron menos problemas, salvo en el caso de los que buscaban sus presas exclusivamente en las hojas de los árboles, ahora formando un acolchonado lecho en el suelo.

Debido a la pérdida de la cobertura arbórea, muchas especies tendían a refugiarse en los
parches de sombra ya a media mañana, mientras aumentaba el número de gavilanes y otras rapaces, que aprovecharon la amplia visibilidad a través de las ramas desnudas para disponer con mayor facilidad de su alimento, incluida una dieta reforzada de reptiles adultos.

Una de las reacciones más sorprendentes ante la brutalidad del huracán fue comprobada en las poblaciones de paloma perdiz (Starnoenas cyanocephala) que habitan la zona del Cabo de San Antonio, el área más dañada por los vientos. Esta especie, de hábitat sumamente restringido, permaneció aunque en corto número en sus devastados territorios y desde los primeros monitoreos se le hallaba sobre las rocas y el suelo desnudo.

Al otro extremo de la península, en Cabo Corrientes, se reportó una disminución de esta bella ave, probablemente desplazada por barbiquejos (Geotrygon chrysia) que migraron hasta allí en busca de áreas menos dañadas de bosque donde encontrar las condiciones de sombra y humedad que requiere la especie. En la siguiente estación sería problemático para las aves encontrar buenos sitios de nidificación y además hallarían inestable la protección contra los depredadores de individuos, nidos, huevos y pichones.

Durante octubre y noviembre, a escasas semanas del paso del ciclón, comenzaron a llegar las aves migratorias a la península en cantidades muy superiores a las de años anteriores. En las difíciles condiciones de los bosques, ello representó una tensión adicional para las especies propias. Sin embargo, por ser más generalistas las visitantes podían explotar los sitios que quedaron devastados después del paso del huracán, forrajeando insectos en los arbustos y en los rebrotes de los árboles derribados y los
pocos que quedaron en pié.

El resto de la fauna terrestre de Guanahacabibes sufrió igualmente el doble impacto de "Iván": los embates directos y los efectos sobre el área natural que le servía de refugio y alimentación. Las pérdidas, sin embargo, no se consideran alarmantes, pues se trataba de cifras no tan significativas y de pocas especies en comparación con las reportadas en el territorio. Entre los mamíferos, las jutías dieron muestras de estrés y atontamiento, habiéndose visto varias, incluso algunas con sus crías, en actitudes extremadamente pasivas, lentas y desorientadas. Los encargados de la actividad forestal situaron comederos para abastecer a los animales de maíz molido, miel de purga y caña de azúcar troceada, hasta tanto se restablezcan las fuentes naturales de alimentación.

De toda la fauna, muchos integrantes fueron protegidos por su habitual forma de vida, como es el caso de los invertebrados, que moran en el suelo o en diferentes oquedades. Algunos grupos de vertebrados tampoco parecen haber sufrido daño extremo en sus poblaciones; los anfibios debido a los hábitats que los protegen; los reptiles, grupo de significativo endemismo, fueron observados desde una temprana visita. La iguana se consideraba que soportaría bien el periodo de escasez alimentaria gracias a sus reservas corporales, y sólo preocupaba la supervivencia aquellos lagartos que dependen de la cobertura vegetal para regular la temperatura de su cuerpo. Un conteo de arácnidos evidenció que los impactos del huracán fueron menos notables sobre este grupo en Cabo Corrientes que en Cabo de San Antonio.

Inspecciones subacuáticas revelaron asimismo destrozos bajo la superficie: colonias de coral, gorgonias y esponjas desprendidas del fondo; moluscos y peces expulsados hacia la arena de la costa, las áreas de anidación de las tortugas removidas; desechos depositados sobre la línea de costa. A 15 y 20 metros de profundidad los daños no eran menores: arena, sedimentos y vegetación habían sido arrancados de los fondos y enviados a la orilla o a las profundidades.

Aparición de nuevas y más intensas surgencias (manantiales) de agua dulce en la zona costera, generando un incremento de nutrientes con la consiguiente modificación del ecosistema, afectando los arrecifes coralinos por incremento de la comunidad de algas, como las más significativas. Una de las más recurrentes preocupaciones del Parque Nacional Guanahacabibes tras el impacto de un huracán categoría 5 sobre su litoral se refería a la situación de las anidaciones de tortugas que entre mayo y septiembre de cada año se producen en las playas de la península.

De manera inmediata, "Iván" barrió los últimos nidos de la temporada de 2004 y cambió sustancialmente el aspecto de las playas. Unas cuatro semanas después del ciclón, especialistas del proyecto universitario dedicado a estudiar y conservar las tortugas marinas en esta región cubana hallaron rastros frescos de los quelonios en varias playas. Las anidaciones en la temporada 2005 revelan un comportamiento normal, lo cual es un dato realmente alentador.


SITUACIÓN ACTUAL: ¿SE RECUPERA?
La tarde de nuestra llegada a La Bajada, escucho decir a un viejo poblador: " Ahora hay que poner la cabeza y las manos". La sentencia parecía ajustada a la tensa situación que afrontó el poniente de Cuba nueve meses y una semana antes. En aquel momento la cruda inmediatez de los destrozos dejaba en los hombres una agobiante sensación de desastre total, pero ya en noviembre se habían realizado evaluaciones más serenas y comprobado que unas 13 500 hectáreas de bosque eran en realidad las que clasificaban como las más dañadas y estaban definidos los procedimientos silviculturales que hoy se están aplicando. Transcurridos seis meses, era noticia el retorno de las aves a la reserva natural.

Diego Suárez Cruz, director de la Empresa Forestal Integral Guanahacabibes, fue de los primeros en mostrar optimismo: "Ha sido el desastre más grande que he visto, pero si hacemos lo que hay que hacer y la lluvia contribuye, el bosque se recupera". La afirmación apareció publicada apenas a una semana del paso de "Iván". En un mes se notaron los beneficios de las precipitaciones vespertinas, reverdeciendo y haciendo retoñar troncos aun enraizados. Más tarde, lo que en Cuba llamamos invierno llegó con su habitual sequía, acentuando el temor a los incendios forestales en la maltratada península, debido a la acumulación de troncos muertos y ramas y hojarasca secas.

Terminado el agobiante período, 2005 trajo una temporada de esperanzadores aguaceros hacia mediados del año. Conversando en La Bajada con Jesús Ramos Borrego, quien ha vivido en Guanahacabibes los 61 años de su vida, nos dice: "Por los lugares donde el mar se metió, secó el monte. En otras partes lo que hizo el ciclón fue tumbar, nada más. El agua de la mar sí acaba con el bosque. Ahora hace unos días que está lloviendo y eso beneficia porque le quita a los árboles toda la sal que le metió el viento".

La formación de un contingente de 300 hombres para sanear el bosque fue una de las medidas más inmediatas, relataba luego el director de la Empresa Forestal en un diálogo telefónico que facilitó la labor de los periodistas. La tarea, aun vigente, consiste en extraer todos los restos de los árboles dañados por el ciclón y aprovecharlos, mientras el clareo del bosque crea espacio para el rebrote y el crecimiento de árboles jóvenes que ocupen el espacio de lo dañado.

-La extracción se realiza a brazos hasta una distancia de 50 metros de los caminos, para no usar medios de arrastre y transporte que puedan dañar aun más el bosque. En cuanto a lo profundo del monte, se están analizando las medidas que podrían aplicarse para sanear sin tener que introducir equipos de esteras. Hasta finales de junio se acercaban en esta labor a unas 30 000 hectáreas y el total previsto, según Suárez Cruz, es de unas 200 000, para alcanzar cuya cifra tendrán que trabajar unos dos años.

El saldo de los primeros nueve meses de trabajo en los bosques de Guanahacabibes equivalía a la extracción de 6 000 metros cúbicos de madera en bolos, de unos 5 000 metros cúbicos de madera de bajas dimensiones para leña y la producción de 47 000 sacos de carbón. Tres carboneros que laboran cerca de la playa de Los Cayuelos nos dicen que un horno de 250 sacos demora cinco o seis días para quemar.

-Hay seguridad en que se recuperará el bosque de Guanahacabibes, aunque necesite seis, siete o diez años para alcanzar su riqueza original, expresa el director de la entidad forestal de la región. Como respaldo de esta expectativa, realizan la colecta de semilla y la siembra de nuevos árboles, que hasta junio alcanzaba la cifra de 150 000 ejemplares de caobas, cedros, majaguas, yarúas y otras especies valiosas de la zona.

Apenas las rachas de "Iván" se alejaron hacia el interior del Golfo de México, la comunidad científica se sintió convocada hacia la devastada región natural. A los especialistas del Parque Nacional se unieron sus colegas de ECOVIDA, del Instituto de Ecología y Sistemática, del Centro de Investigaciones Marinas, del Instituto de Oceanología, de la Universidad de Pinar del Río... Apenas semanas más tarde del impacto de Iván efectuaron un taller en el museo "Tranquilino Sandalio de Noda", en la ciudad de Pinar del Río, para alentar estudios multidisciplinarios en busca de estrategias para enfrentar los daños.

Lázaro Márquez Llauguer, director del Parque Nacional Guanahacabibes, confía en la capacidad de recuperación natural del área protegida. Argumenta que ya en octubre de 1910 la península fue arrasada por el Huracán de los Cinco Días y no perdió su biodiversidad. El ingeniero Márquez respalda su apreciación en la política de conservación que se ha venido aplicando en Guanahacabibes durante los últimos cuarenta años, como resultado de la cual el ecosistema "está generando fuerzas suficientes para que de forma endógena surjan mecanismos que posibiliten la
recuperación".

Por otra parte, señala la actividad humana encaminada en la actualidad al rescate del vigor natural de los ecosistemas, aplicando "tratamientos silviculturales para extraer esa madera que fue derribada por el huracán y que al clarear el bosque facilita las condiciones para que penetre la luz solar y comience la germinación de los brotes".Entrevistado el 21 de junio de este año, a nueve meses y una semana del impacto de "Iván",Márquez Llauguer afirmó que "ya se notan cambios significativos en el ecosistema y una recuperación notable". El reverdecer del bosque y el retorno de las aves a Guanahacabibes son argumentos a la vista:

--Las aves sufrieron significativamente al caer la vegetación y agotarse todas las fuentes de alimentación y muchas especies, como por ejemplo la cotorra, el cao y otras, migraron de la península. O sea, la población completa, la comunidad absolutamente migró para zonas exteriores de la península y ahora se han venido incorporando. Hoy, en los monitoreos que nosotros hemos venido realizando apreciamos que las comunidades de aves están casi totalmente recuperadas. Por ejemplo ahora que está ocurriendo el proceso de apareamiento y nidificación de las cotorras, pues estamos viendo una población que nos parece bastante completa como la que normalmente ha existido en Guanahacabibes.

O sea que hay indicios ciertos de recuperación en este aspecto. En cuanto a la flora, el director del Parque Nacional subraya las serias afectaciones sufridas por la vegetación litoral, sobre todo a causa de la penetración del mar. En determinados lugares ha comenzado a surgir el rebrote de nuevos árboles, pero es un proceso muy lento que todavía tardará un tiempo, dice.

De todas las decisiones posibles, ahora nada parece más relevante que preservar el medio natural de la península de Guanahacabibes de todo impacto negativo. En ello coincidimos con Luis Piñero Izquierdo, comprometido en este tema en su doble condición de jefe de Protección del Parque Nacional y delegado del Poder Popular en la circunscripción La Bajada, de 125 habitantes. La naturaleza hace ya su silenciosa labor y el hombre ayudará donde sea útil y será sabio si se mantiene humildemente aparte allí donde su presencia pueda entorpecer y frustrar.

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