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PERDERSE EN GUANAHACABIBES

Destinos, publicación especializada en temas de turismo, La Habana, Cuba, No. 15, segunda quincena de agosto de 2003

A menos de dos años de constituido, el Parque Nacional Península de Guanahacabibes muestra la efectividad de las aun incipientes medidas de conservación y manejo del entorno natural en la privilegiada región del extremo más occidental de Cuba.

Se trata de una zona de 23 880 hectáreas de terrenos silvestres, que involucra dos de las más antiguas reservas naturales cubanas, El Veral y Cabo Corrientes, unidas ahora por un corredor costero de 70 kilómetros a lo largo del litoral sur, integrado por costas rocosas de origen cársico, cautivantes playas arenosas y bosques llenos de vida en los que predominan el guano y la uva caleta en las partes bajas y el lirio de costa en lo alto del farallón.

El territorio protegido se extiende asimismo hacia los humedales del norte de la península, para los cuales se tramita la titulación RAMSAR, y a otras 26 550 hectáreas marítimas, que guardan, pendientes de estudios más profundos, riquezas biológicas y arqueológicas.

Mientras las labores de asfaltado convierten en carretera el antiguo camino del Cabo de San Antonio, se aprecia a lo largo del recorrido que el bosque ha espesado y el encuentro con animales típicos de la región, como jutías e iguanas, es cada vez más frecuente y relajado. La península, en tanto, muestra una notable población de aves, tanto migratorias como endémicas, incluidos cotorras, caos, carpinteros, cartacubas y muchísimas más, entre las que hay que destacar las que anidan masivamente en los espesos manglares de las cienagas septentrionales.

Lázaro Marquez, director del Parque, informó que en la actualidad ponen a punto el programa de manejo y conservación, con validez para cinco años, y los planes de investigación y monitoreo, de educación ambiental y de uso público, como parte de los cuales el área protegida establecerá vínculos con instituciones científicas nacionales y extranjeras, los núcleos poblacionales de la región y el turismo.

Una treintena de trabajadores labora actualmente en el área, principalmente en la custodia de los recursos naturales, mientras se ha regularizado el servicio de guías especializados a los turistas que arriban al lugar procedentes de la capital, de la ciudad de Pinar del Río o alojados en las cabañas de María la Gorda, una instalación local cuya oferta líder actual es el buceo, pero cuyos clientes inevitablemente se interesarán cada vez más por las maravillas ecológicas de Guanahacabibes.

El faro Roncali, construido en 1847, lanza aun su destello nocturno y es un singular punto de referencia arquitectónica en el límite Oeste de la península, que lo es asimismo del país; en sus inmediaciones han construido un helipuerto. Más adelante la playa de Las Tumbas ofrece como siempre sus arenas blancas, uniformes y de elevada duna, limítrofe del mar verdiazulado.

Un nuevo camino, diseñado con cuidadoso sentido del paisaje y el respeto al bosque, lleva del faro a los Morros de Piedra, sobre la costa norte, donde el muelle y demás instalaciones de una nueva marina sorprenden con su modernidad arquietectónica en aquel sitio silvestre.

La educación ambiental se considera en Guanahacabibes una premisa para erradicar conflictos e incorporar al proceso de conservación del entorno a los pobladores, que históricamente han sido consumidores de los recursos naturales de la región por la carencia de fuentes alternativas de beneficio económico y la errada percepción de que tales recursos resultan inagotables.

Esta estratégica tarea se lleva a cabo entre los escolares de toda la región y se proponen extenderla a todas las entidades que desarrollan sus funciones en áreas del parque, como las dedicadas a labores forestales, de construcción y turísticas, principalmente.

Marquez destacó la eficacia del proyecto de estudio y conservación de las tortugas marinas en siete playas de la península, desarrollado desde 1998 por el Centro de Investigaciones Marinas y con la participación de estudiantes de biología y otras especialidades de la Universidad de La Habana.

Durante cinco temporadas, los grupos de voluntarios de este proyecto han controlado la subida a las costas de más de 1 700 tortugas, contribuyendo a la protección de estos animales durante el desove. A partir de contactos el pasado año con una ONG británica, esta misión ecológica adquirió extensión internacional, mediante el intercambio académico con estudiantes europeos, de cuya promoción se ocupa la agencia Universitur.

Mucho más puede esperar el amante de la naturaleza del Parque Nacional Península de Guanahacabibes. Hay senderos apenas hollados por vacunos y cerdos cimarrones, que llevan a lagunas y cuevas secretas; formidable pesca para avíos ligeros en la costa; leyendas de tesoros y piratas que andan aún en boca de las gentes. Es fácil perderse en Guanahacabibes, entre tanto breñal y monte solitario, pero en sitios como este tambien puede uno sentirse un nuevo descubridor.

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