BOOM DE LA MOTONÁUTICA
BITACORA. No 1, verano 1999, p. 26
Con una pasión feroz por las carreras de velocidad náutica, los cubanos aprendieron a dominar, desde un principio, las reglas del -para ellos- nuevo deporte y escogieron, con mezcla de simpatía, admiración y conocimiento, a “sus” campeones entre los pilotos foráneos.
Más de dos generaciones habían pasado sin haber visto una carrera de lanchas motoras en La Habana, cuando Mirabel Riquenes anunció a principios de 1995 que la Unión Internacional de Motonáutica (UIM) tomaría el mar frontero de la ciudad como pista para iniciar su cuarto campeonato mundial de la Clase Uno en la primavera de ese año.
Hasta que se recibieron los dossiers de la competencia y la televisión transmitió las primeras imágenes llegadas desde Mónaco, nadie tenía una idea clara de lo que se preparaba con la colaboración de casi un centenar de empresas y organismos locales. Pero según fueron pasando los días, no fue necesario demasiado esfuerzo publicitario para que el Grand Prix La isla Grande se convirtiera en una fiesta general del 28 al 30 de abril.
Siete millas y medias de litoral se transformaron el último día n una espléndida gradería, llena de curiosos con prismáticos y catalejos, quienes lo mismo pagaban por un palco pegado al muro del Malecón que por un sitio en un balcón o una ventana con vista al mar. Los turistas afluyeron a tropel a los hoteles habaneros y en las áreas reservadas se encontraba lo mismo al presidente de una compañía que a un chiquillo con credencial VIP.
Un millón de espectadores, probablemente más. Un público y participativo que aprendió con asombrosa rapidez las reglas del nuevo deporte tampoco tardó en descubrir entre los pilotos extranjeros a “sus” campeones. El desfile que precedió a las carreras en la avenida costera tuvo el estilo alegre y expansivo de los cubanos: orquestas en cada esquina; niños, atletas famosos y bellas muchachas sobre las flamantes máquinas, inmensas y de colores increíbles.
Después de las transmisiones televisivas del desfile y de la lid de velocidad pura o “pole position”, el domingo 30 de abril de 1995 al mediodía todo el país vibraba al ritmo rugiente de los motores de las 13 lanchas alineadas a tres cuartos de milla al Norte del Castillo del Morro para disputar la Copa Montecristi. La firma de habanos consiguió una celebración de lujo para sus 60 años y el propio Presidente de la nación, Fidel Castro Ruz, levantó la bandera verde que echó a andar el acontecimiento más sonado del año.
Cada vuelta dejaba una estela de espuma en las aguas y otra de aplauso en la multitud de la orilla, potente como un jet tomando pista, salió en punta la Victory 2 y logró mantener su reto a lo largo de sus 132,16 millas totales de la prueba, mientras a su cola quedaban lanchas con motores humeantes, abandonos preventivos y el vuelco de una lancha que activó el cuidadoso dispositivo de salvamento dispuesto por las autoridades cubanas.
La moderna motonáutica tiene un público de millones en Cuba, sean las hermosas máquinas de Clase Uno, las ligeras T-1 o las espectaculares aquabikes, nunca sobra espacio en el litoral para tanto aficionado.
En su bólido azul, bajo la bandera de los Emiratos Arabes Unidos, Saced al Tayer y el puertorriqueño Félix Serrallos III cumplieron el circuito en una hora, 30 minutos y 23 segundos. Antes de recibir la corona de laurel sobre sus hombros ya habían entrado al corazón de los cubanos.
En 1996, a los doce meses justos, se repitió la acogida, la expectativa, la emoción y el aplauso. El 28 de abril arrancaron 11 lanchas desde la línea marcada a la altura de la vieja fortaleza que domina la entrada de la Bahía de La Habana y nuevamente Al Tayer y Serrallos conquistaron los lauros en una hora, 12 minutos y 17 segundos, sobre un trayecto reducido a 92,10 millas náuticas.
El programa del Grand Prix de ese año, titulado Copa Cohíba, incluyó un tope internacional de aquabikes con 22 competidores. Entre ellos, el más sobresaliente fue el campeón mundial de la categoría 1 200 centímetros cúbicos, el francés Joel Bontoux, ganador absoluto de las pruebas de circuito y velocidad, mientras el cubano Pedro Montes ganó la carrera de 650 cc y el mexicano Francisco Acebras las de 785 cc.
Aunque el alto costo de los equipos les impide participar e manera directa en otras modalidades motonáuticas, los cubanos comienzan a hacerse fuertes en motos acuáticas y ya realizan torneos regulares de esta especialidad. En el calendario de eventos de 1999 están previstos dos certámenes de aquabikes el venidero noviembre, en las codiciadas plazas de La Habana y Varadero, aparte del campeonato americano efectuado en Santiago ed Cuba el pasado abril.
Revienta cordeles a la tercera
Mauro Rabean, el organizador de los campeonatos de la UIM, hubiera querido reiterar a los cubanos la promesa del torneo de la Clase Uno a sus aguas, pero no pudo hacerlo. Antes de despedirse en 1996, habló de los costos altísimos de la competencia y de que esa categoría estaba en peligro de desaparecer.
En la capital de la Isla se recibió con algo de desconsuelo la noticia de que otra ciudad sería la sede de una nueva carrera de lanchas, pero las pequeñas T-1, o “túneles”, no pueden afrontar el fuerte oleaje de las pistas abiertas como el Malecón de La Habana.
El polígono náutico se ubico en la bahía de Jagua, inmediata a la ciudad de Cienfuegos, para el Grand Prix patrocinado por la firma Suiza Gill and Duffus S.A.
Los aficionados cubanos aumentaron así su cultura motonáutica e incorporaron un nuevo nombre a sus preferidas, el del norteamericano Jay Price. De 38 años de edad y natural de Louisiana, Prece hace delirar al público cuando impulsa hacia la meta la lancha de Cervezas Corona después de haber jugado todo el tiempo a dejarse ganar. La ciudad tiene poco más de 130 000 habitantes y por dos años se ha visto tan lleno el litoral que se calcula en no menos de 150 000 los asistentes a la regata.
Jay Price ha ganado por dos veranos consecutivos, el de 1997 y el de 1998.
Un vocero de la compañía Naupro, que conjuntamente con la Federación Mexicana de Motonáutica organiza los certámenes de la modalidad T-1, reveló que la entidad trabaja en la organización de un futuro campeonato del Caribe, de cuyo circuito sería Cienfuegos el punto de partida.
El flamante Comité Promotor de la Motonáutica de Cuba, que preside Mirabel Riquenes, anunció para julio la vuelta de las T-1 a la Bahía de Jagua y se proyecta que una semana más tarde una nueva pista se inaugure nada menos que en Cayo Coco, uno de los más atractivos enclaves turísticos del archipiélago. Los cubanos lo hemos tomado una pasión feroz a la motonáutica.
9.2.08
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