1.4.08

Crónica de un poblado pesquero

MEMORIA VIVA DE CABO CRUZ

"Lo que había aquí antes era como treinta casas allá atrás, del faro para abajo, en un playazo de arena grande que ahora es todo mangle. Había un caminito estrecho, que venía de Las Coloradas..." Emérido Figueredo Pérez, pescador

Son más de 900 kilómetros desde la capital de la nación, pero si uno se decide a hacer el viaje seguramente quedará satisfecho. Depende de lo que uno busque, claro, porque Cabo Cruz es un lugar fascinante para el amante de la naturaleza, para el pescador deportivo o para cualquiera que simplemente desee conocer el país en sus más diversos e íntimos contrastes.
Es uno de los tres extremos sobresalientes en el mapa de Cuba. Cristóbal Colón lo identificó en su viaje de 1494 con el nombre de Cabo de la Santa Cruz, pero dejó a la posteridad el trabajo de descubrirlo. Es un sitio distante, a 158 kilómetros de Bayamo, la ciudad capital de la provincia de Granma, pero hoy día no puede afirmarse que sea un lugar apartado.
La carretera que llega al pie del faro Vargas constituye la única calle del poblado; las casas son pequeñas, algunas de muy antigua mampostería y otras de madera, todas compartiendo espacio con la vegetación que se afinca sobre el suelo rocoso. Allí vive una comunidad de 536 cubanos, cuya principal fuente de empleo es la pesca marítima.
Hace más de medio siglo, en lugar de la actual estrecha vía asfaltada solo existía un sendero montaraz por el que llegaban al poblado los vendedores de viandas con su mercancía estibada a lomo de bestias.
Emérido Figueredo Pérez, un anciano lugareño a quien entrevisté en 1994, decía: "La vida entera la hacíamos de aquí a Niquero y si acaso alguna vez a Manzanillo. Cuando algún muchacho se enfermaba había que coger alguna lanchita de pesca para sacarlo. Médico no había. Había que ir a Niquero y por sacar una placa cobraban cuarenta pesos."
El Cabo Cruz actual tiene un médico de la familia, una enfermera y una ambulancia. Hay buen índice de salud por la carencia de estrés y el buen hábito de consumir pescado.

EL DELEGADO
La principal fuente de empleo allí es la pesca marítima, que ocupa al 93% de la fuerza laboral del poblado. Una de las preocupaciones de la gente del lugar es la necesidad de empleo para los jóvenes que arriban a la edad laboral, pues la demanda de puestos de faena supera las posibilidades del sitio.
"Los hijos de los pescadores quieren ser pescadores", comenta Juan Luis Riestra Figueredo, que es allí delegado del Poder Popular y jefe de producción del establecimiento pesquero. Luego se queja de que la mayoría de los muchachos no quiere seguir estudiando más allá del duodécimo grado e informa que seis jóvenes se forman como pescadores profesionales en un centro docente de la ciudad de Manzanillo para relevar a los que se jubilen en los años venideros. Pero la cifra de jóvenes desocupados es varias veces mayor.
La flota de pesca de Cabo Cruz está integrada por nueve barcos dedicados principalmente a la pesca de escama con redes de enmalle, nasas y dos corrales de cercos, y de pelágicos como la aguja y el emperador con palangre de deriva. "La situación económica del establecimiento es satisfactoria y estamos propuestos para centro vanguardia nacional del sindicato pesquero", apunta el delegado y directivo de la entidad.
En cuanto a los aspectos comunitarios, Riestra subraya que el lugar ha sido objeto de una total transformación en el transcurso de las últimas cuatro décadas: "Hoy somos zona de referencia en la provincia Granma; tenemos en proyecto construir un poblado nuevo, con 87 viviendas, y probablemente sea ésta la única circunscripción cubana que tenga asignado un carro para su trabajo".
El delegado nos invita a visitar el Joven Club de Computación de Cabo Cruz. El local se encuentra en una de las amplias habitaciones de la vieja casona del faro, donde nos esperaban temprano los instructores Madelín Pérez y Alexei Hernández. Son jóvenes, bien preparados (formados por especialistas en computación de empresas de la propia cabecera municipal, Niquero) y enamorados y orgullosos de la labor que realizan.
No puedo evitar acordarme otra vez del viejo Emérido Figueredo: "Aquí la vida se convertía en trabajar nada más. Una vez pusieron una escuela con un maestro al que le pagaban creo que veinte pesos al mes, pero fue ya a lo último". Este Joven Club, con sus tres buenas computadoras y sus jóvenes instructores llena de ilusión a cualquiera, como si uno mismo hubiera estado allí viviendo esas viejas historias y de pronto se encontrara con que es posible vivir en ese sitio igual que se vive hoy en cualquier otro de Cuba.
Más de ochenta personas reciben clases de computación en este alejado (para nada apartado, repito) rincón de la geografía cubana. Los niños de la escuela primaria, en grupos de seis, por las mañanas y las tardes. En sesiones nocturnas entran los jóvenes y adultos, quienes además disponen de tiempo de máquina para realizar trabajos y entrenamientos. Los martes y los jueves son para los maestros y los fines de semana abren el aula para juegos didácticos.

EL FUTURO QUE VIENE
El que esto escribe conoció Cabo Cruz a principios de los años '90, durante una competencia de pesca deportiva. Aquello fue como una fiesta, un verdadero acontecimiento. Algunos de los pobladores con quienes hablamos entonces decían que allí nunca pasaba nada; se sentían olvidados.
Aún tienen problemas -regularizar el transporte público, el alumbrado vial, el bacheo de la carretera y el mejoramiento de las comunicaciones, enumera el delegado del Poder Popular-, pero no son problemas diferentes de los que podrían exponer otras comunidades, incluso algunos barrios de la capital.
Pero también el futuro se aproxima con sus novedades. Una de ellas es el centro de maricultivo que ocupa el lugar de la antigua planta reproductora de ostión. La gestión de la entidad actual corre a cargo de Granmar S.A., una empresa mixta cuyo objeto social es la industrialización y comercialización de las especies de peces introducidas denominadas dorada y lubina.
Los comienzos fueron cautelosos, pero Hipólito Fernández Rodríguez, el gerente general, se muestra relajado cuando se refiere a la marcha del negocio: "Las primeras exportaciones han dado buenos resultados". Ya piensan en abrir nuevas áreas de cultivo en varios sitios costeros del país, planean la introducción de una tercera especie -la cobia- y se interesan discretamente en el tema de la promoción.
Cabo Cruz probablemente cambie bastante dentro de unos años. Es un lugar donde el paisaje tiene un valor que quién sabe si acabe por transformarse en un recurso. La costa, elevada y abierta al Caribe, está bordeada por farallones monumentales hasta donde alcanza la vista. Una cercana rompiente pone un cerco de espumas a la vista del litoral y tierra adentro la naturaleza es un reto para los amantes de la vida al aire libre.
Todo esto significa turismo, ni más ni menos, y en diálogo con el representante del ministerio de ese sector en Granma, Luis López Gamboa, nos confirmaron que Cabo Cruz es precisamente uno de los enclaves considerados dentro del programa de desarrollo de la industria del ocio en esa provincia. Un centenar de habitaciones, una marina y un centro de buceo sería la infraestructura a considerar para impulsar allí el producto náutico.
Apenas a un par de cientos de metros de las últimas casas del poblado se halla la entrada al sendero arqueológico y natural El Guafe, una de las ofertas ecoturísticas mejor concebidas en el seno del Parque Nacional Desembarco del Granma, que desde 1999 integra la lista de sitios con la condición de Patrimonio Mundial otorgada por la UNESCO.
La idea, según López Gamboa, es concebir a Cabo Cruz como el centro de un complejo turístico que agrupe intereses naturales, históricos y náuticos. Este es el futuro que está en marcha. Los muchachos que tanto se afanan en la computación al pie del faro Vargas tendrán que ser los anfitriones -léase guías, especialistas y empresarios- de los turistas de medio mundo. Quiénes mejor.

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