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MARAVILLAS DEL GUAFE
Destinos, No 23, Segunda Quincena Octubre 2002

Esta podría ser una buena sugerencia para los amantes del ecoturismo, si alguna vez se encuentran por el sur de la provincia de Granma. El Guafe nombre una reducida zona natural colindante al poblado costero de Cabo Cruz, que puede ofrecer agradables sorpresas.

Durante tiempos estuvimos dispuestos a apostar que el nombre de este sitio era un cubanismo plantado en la lingüística local por herencia aborigen, pero el sabio Fernando Ortiz nos saca del error en su Catauro de cubanismos, indicando que significa “pequeño muelle o tablado sobre el mar” y procede del inglés wharf. El título, que designa allí ciertos esteros que comunican con el mar, se extiende también a algunos terrenos boscosos inmediatos.

El Cabo penetra entre dos aguas: de un lado las profundas y azules del Caribe; del otro, las someras y oscuras de las lagunas saladas donde vive la barracuda, el pato y pequeños júreles, rodeada de extensos y florecientes manglares que pertenecen ya al litoral del Golfo de Guacanayabo.

Seco y vigoroso crece el monte sobre la terraza de roca que se enfrenta a los vientos del Mar Caribe. Apenas unos cientos de metros antes de las primeras casas del poblado de Cabo Cruz -donde vale la pena llegar para conocer su centenario faro y sus cálidas gentes-, se encuentra la entrada del sendero arqueológico natural El Guafe.

El área destinada para los visitantes tiene una extensión de 27 hectáreas y se recorre por una bien trazada senda de 2,2 kilómetros, con señalizaciones e información gráfica de original calidad. Desde el punto de vista botánico, corresponde a la zona de bosque seco, donde el caminante podrá conocer en su medio hasta 190 especies vegetales de las más significativas en este tipo de formación forestal cubana.

Árboles no muy conocidos, como el AITE, el hueso y el medicinal palo Brasil alternan con otros más abundantes, como la cuaba, mientras entre las rarezas botánicas se aprecia allí un cactus de talla inmensa, el más antiguo de Cuba, nombrado aguacate cimarrón por la forma de sus frutos. El aguacate cimarrón es “un ecosistema él sólo”: sobre su tronco crecen orquídeas, curujeyes, nidos y colmenas de abejas de la tierra. Se monta ya en los 500 años. “Esta es una de las prendas que más interesa a los turistas”.

Un Jagüey de profundas raíces aéreas creció en la copa de un almácigo y estrecha en mortal abrazo su corpulento tronco. Hasta sobre el mismo suelo llega a crecer el curujey que guarda el agua fresca entre sus hojas afiladas y vive las más de las veces afincado a una alta rama.

Inadvertida para quienes desconozcan su importancia, hasta allí humedad y sombra una orquídea enana; la vimos en luminoso amarillo, pero el guía asegura que igualmente las hay azules, rojas escarlata y blancas. ¡Ah! Y que sólo se desarrolla afincada a un arbusto espinoso llamado palo bronco. De otras orquídeas hay entre 170 y 180 especies, algunas famosas como las bautizadas comúnmente como Candelaria, San Pedro y San Juan.

TRAS OTRAS HUELLAS

Los pasos por el sendero de El Guafe son amenos y seguros, más aun si se cuenta con la ayuda de un guía profesional.

Vive en la hojarasca de ese monte una lagartija, la Cricossaura típica, considerada el reptil de menor talla en el archipiélago, que es, al igual que dos especies de mariposas, parte de las exclusividades de la fauna local. Existe asimismo la posibilidad de un encuentro con una docena de aves endémicas, entre estas los carpinteros churrosos y verde, el tocororo, la cartacuba, la cotorra y el juan chivi, cuya observación ocuparía una buena jornada a los interesados en los cantos y hábitos de estos alados.

Para otros, la oferta más relevante del sendero El Guafe son las evidencias arqueológicas de la existencia de una comunidad aborigen en el sitio. En algunos puntos se han rescatado los vestigios de una antigua vivienda de planta circular, además de algunos residuarios y de cuevas ceremoniales y funerarias.

Interesante resulta, en este sentido, una abundante muestra de figuras antropomorfas talladas en las paredes de varias espeluncas. Una de las principales es precisamente la Cueva de los Petroglifos, nombre que identifica este tipo de manifestación plástica de los indocubanos. La cueva tiene seis ídolos y se cree que en ella enterraban a los caciques y brujos fallecidos.

La talla más valiosa puede verse en una cavidad aparte, cuyo piso está todo el tiempo total o parcialmente inundado. En una oquedad sombreada se encuentra una figura que bien podría ser la representación de una mujer, o un pez, o ambos. Es Atabeira, madre de todos los dioses y de las aguas que en la tierra corren, cuya imagen allí se afirma que sólo es alumbrada por el sol el 21 de noviembre de cada año, a la una de la tarde. Aseguran que es bendita el agua siempre acumulada al pie de la figura.

Dura este recorrido unas dos horas -tiempo previsto por quienes diseñaron el sendero-, o mucho más si es un observador interesado que se esfuerza por conocer detalles.

Hay una buena oportunidad para encontrarse con el encanto de este rincón de la naturaleza cubana. Será en octubre del año venidero, cuando celebren en la provincia Granma el más importante evento de turismo ecológico que convoca el país, TURNAT 2003.

El centro de las actividades de ese simposio se ubicará en Marea del Portillo, un enclave turístico sobre la costa sur de la provincia, pero en el programa se incluyó también la localidad montañosa de Santo Domingo; la ciudad de Bayamo -capital granmense, 845 kilómetros al Este de La Habana- y, por supuesto, Cabo Cruz.

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