LOS
PESCADORES Y
las GOLONDRINAS
Como
todos los que aprecian la vida al aire libre, los pescadores deportivos
cultivan la sensibilidad hacia la naturaleza, extendiéndola con frecuencia a
dominios no exclusivamente relacionados con el mundo de las aguas.
Recientemente,
al concluir la competencia de pesca de agujas que convoca cada año Playas del
Este, algunos de los participantes dedicaban el tiempo que restaba hasta la
hora de la premiación en disputar un partido de dominó bajo los árboles.
Nos
encontrábamos ese día, el penúltimo de mayo, en una finca nombrada “El
Guanabito”, ridículo diminutivo del nombre de una playa cercana, pocos
kilómetros tierra adentro del lugar donde se llevó a cabo el torneo Primavera
’91. El centro de este típico “rincón campestre” es un gran salón techado de
guano bajo cuya cobija se realiza la ceremonia de entrega de trofeos y su
espectáculo cultural anexo.
Declinaba
la tarde y los mosquitos amenazaban ya con hacer fracasar el juego, sirviendo
tal vez de oportuna justificación a los menos afortunados en la data. Fue
entonces que alguno del grupo se fijó en las aves:
―
¿Han visto las picadas que hacen sobre nosotros las golondrinas?
―
Es que estamos rodeados de mosquitos ―dijo un sabio―. Ellas los cazan al vuelo.
―
¡Y rápido que vuelan!
―
¡Eh! ― exclamó un sorprendido― ¿Vieron eso?
Las
maltratadas fichas quedaron quietas un instante y los jugadores levantaron la
mirada a los colores cálidos del cielo. Lo que había para ver eran las
golondrinas, que en una danza frenética se lanzaban sobre el aparentemente
compacto techado de guano entretejido y desaparecían entre las fibras.
―
¡Primera vez que veo algo semejante ― Fueron varios los que así se expresaron,
palabra más o menos.
Varios
nos acercamos para observar mejor la cubierta vegetal, típica solución
constructiva de los campos cubanos, bella, funcional y muy duradera.
Descubrimos que las hojas secas se entreabrían en pequeñas galerías, muy
próximas unas a otras, en cada una de las cuales la presencia de huellas de
excrementos, el piar de pichones y la fugaz visión de una larga cola
ahorquillada revelaban la identidad de los moradores.
El
hecho acaparó buen rato la conversación mientras la luz del sol y la compasión
de los mosquitos permitieron continuar la partida. Días después buscamos ayuda
en algunos libros para tratar de conocer algo más sobre estas aves.
En
el Larousse Universal Ilustrado
pudimos leer: “Las golondrinas son pájaros finos y esbeltos; tienen la cola
larga y ahorquillada y el pico ancho y triangular, con una extremidad
aplastada. Vuelan con asombrosa rapidez (35 m por segundo) y se nutren de
insectos capturados al vuelo; construyen nidos de barro, generalmente en los
lugares habitados y de preferencia en las buhardillas y bajo los aleros de los
tejados...” (Tomo II, página 256).
La
consulta de esta obra y del Diccionario
Enciclopédico Ilustrado Sopena nos serviría para esclarecer cierta duda en
cuanto a la designación de esta ave, pues no existe sinonimia posible, y de
pretenderla sería un error, entre golondrina y alondra, dado que esta última es
un pájaro de color pardo, de carne delicada, que se alimenta de insectos,
gusanos y semillas, y que las ilustraciones muestran posada y anidando a nivel
del suelo, donde nunca se hallará una golondrina.
Completamos
nuestra información general con un hermoso libro titulado Las Aves, escrito por Ernest Thomas Gilliard, del American Museum
of Natural History. Relata este autor que muchas de las 74 especies de
golondrinas están íntimamente relacionadas con el hombre. Son aves cosmopolitas,
cuya existencia únicamente no ha sido probada en los Polos, en Nueva Zelandia y
en algunas islas desiertas y apartadas.
Entre
otros muchos datos interesantes, Gilliard anota que la golondrina es un ave
popular a la cual algunos pueblos consideran un heraldo de la primavera. “Por
esta razón ― escribe― a una especie que anida en Australia meridional le llaman
golondrina bienvenida”. Con tan
amenos conocimientos recogidos en la agenda, sentíamos en mayor medida la
carencia de datos concretos acerca de nuestra
golondrina, sobre la cual no hallábamos noticias en ninguno de los textos
consultados.
Fue
una suerte encontrarnos al licenciado Orlando Torres Falcón, vicedecano de la
facultad de Biología de la Universidad de La Habana, a quien nos envió una joven
veterinaria, nombrada Viviana, de la Sociedad Ornitológica. Señala Torres
Falcón que las especies más conspicuas
que anidan en Cuba son la Golondrina azul cubana (Progne dominiscensis) y la Golondrina de cueva (Hirundo pyrrhonata). La primera, que puede
ser confundida con otra especie inmigrante del mismo color (Prognes ubis), es abundante y está bien
distribuida en el territorio nacional. Mide unas cinco pulgadas de longitud
(12,7 cm) de la cabeza al extremo de la cola, que es, por supuesto, hendida; su
velocidad de vuelo resulta apreciable y acostumbra a comer insectos y aun a
tomar agua sin detenerse. Para esta última función, realiza veloces picadas
sobre la superficie de los estanques.
Plantea
el especialista que la golondrina azul cubana es sedentaria y, aunque habita en
otros países del área, no existen
evidencias de que emigre y se le encuentra en Cuba en toda época el año. La
golondrina de cueva es más compacta de cuerpo, de color pardo, y gusta mucho de
anidar en los acantilados y cuevas de las costas.
Durante
la época invernal es muy abundante en el país la golondrina de árboles (Iridoprogne bicolor), que no cría en
Cuba. También llegan al archipiélago la golondrina común (Hirundo rústica), la de Bahamas, la de garganta roja, la de
garganta carmelita y una que carece de nombre común en español y en inglés la
denominan Bank swallow (Riparia riparia).
Las
golondrinas ―afirma el Vicedecano ― son algunas de las aves menos estudiadas de
Cuba. El interés en colaborar con la investigación científica que algunas veces
motiva a algunos pescadores aficionados, podría muy bien resultar en el aporte
de observaciones que resultaría útiles a los especialistas, tanto a lo que
respecta a las aves, como a los mismos peces y muchos otros animales y plantas
que de momento no gozan de la prioridad que tienen para la ciencia otras
especies, como la tilapia, la langosta y otras que son fuente de alimento.
(Mayo
de 1991)
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