5.7.11




CANGREJO Y COMPAÑÍA

El verano pasado el grupo de amigos nos dedicamos al cangrejo de tierra. No es un deporte, por más que algunos lo crean, pero es entretenido y suele ser bastante provechoso.
Aunque las palabras resulten raras, debe practicarse con algo de ética esta caza. En primer lugar, usted no usará piedras, palos ni ganchos afilados para agredir al crustáceo. Si su temperamento es más bien tímido -el suyo, aspirante a cangrejero-, puede al principio simular una protección con un par de guantes de piel de los usados en jardinería y cortes de caña, pero éstos no le ofrecerán ninguna garantía si sus dedos equivocadamente caen entre las muelas del crustáceo. La noticia peor es que sus amigos se van a reír de usted, sin importar que usted se queje, sienta verdadero dolor o presente fractura de los metacarpos.
El procedimiento clásico para acopiar unos cuantos de estos cómicos animales es esperar a que los primeros aguaceros de mayo los hagan buscar la proximidad del mar para reproducirse, entonces los encontrará en las costas en suficiente cantidad. Usted debe comprender que ellos se hallan en ese sitio para funciones estrictamente privadas, de manera que su presencia en la costa marina en tales circunstancias sería ya perturbadora sin necesidad de que algunos de ellos sean apresados y sacados de la circulación biológica.
Los lugares donde el cangrejo acostumbra a pasearse por las noches son sumamente amenos. La variedad de sustratos –o sea, el piso, el suelo por donde usted y el cangrejo caminan- abarcará desde el fango casi líquido de los esteros rodeados de mangle hasta el afilado y rocoso “diente de perro”, pasando por la superficie rodante de las carreteras y caminos y en menos medida las playas arenosas.
Usted será inteligente si se dedica a este arte cinegético en grupo. Es tradición sagrada que al menos uno de los integrantes de esa momentánea congregación cangrejera lleve bien asegurada una botella. Dentro del recipiente habrá a discreción un elixir estimulante de virtudes tales como la audacia, la voluntad, el coraje y la resistencia. Transformadas en adjetivos, estas palabras las necesitará seguramente al afrontar el calor húmedo de esas oscuras noches litorales, el roce áspero o cortante sin más de piedras y ramas, las trampas de raices y tembladeras, las oleadas (sic) de mosquitos y jejenes que tal vez -¡dura prueba!- conocerá usted por vez primera. Cuando alcance el paroxismo de un condenado a trabajos forzados escapando de prisión, perseguido por una jauría de canes con colmillos como muela de cangrejos, eche mano a la botella, dése un trago, y exprese algo varonil como “[latín]” pero en términos que puedan ser entendidos en ---.
Usted puede llevar a la cangrejería su propia fuente de luz, pero tal vez no se considere apropiado. Lo mejor es que una sola fuente de luz fuerte sea empleada –V. Gr., un mechón de petróleo de a litro-, conducida por uno de los cazadores, mientras el resto del grupo le sigue tropezado y dándose manotazos para espantar las picadas de mosquitos y jejenes. Probablemente a la congregación cangrejera le será difícil mantenerse en silencio en tales circunstancias, lo cual no representa obstáculo alguno para los cangrejos sordos, pero dificulta bastante coordinar las acciones para capturarlos, dado que ha de hacerse de uno en uno.
El cangrejo de tierra que acá conocemos tiene ocho patas peludas y punzantes. Al frente tiene dos cuernecillos móviles y curiosos como ojos, que probablemente son los ojos. Las pinzas son otro asunto: una de ellas puede ser tan grande como el brazo de un niño pequeño; por lo común tienen escaso filo, porque no lo necesitan. La presión es suficiente y si estima que referirse al peligro que corren los dedos entre ellas es una reiteración en este artículo, no diga luego que no se le ha advertido. La otra pinza es pequeña y está puesta en su sitio justo para que usted se olvide de ella mientras se cuida de la mayor. Ya verá. Ya verá.
Si alguno trata de retener el cangrejo sujetando una de sus patas, el animal se desprenderá de ella como si se tratara de un paraguas roto y seguirá con las restantes en busca de su cueva. Es oportuno decirle e este punto que cada cangrejo tiene su equivalente en cueva y ellos saben con toda precisión donde se encuentran, lo que significa una ventaja considerable.
El único modo de aguantar un cangrejo segura y limpiamente es colocar pulgar e índice en ciertas pequeñas concavidades del carapacho tras el último par de patas; presionar fuertemente y levantarlo del piso. El cangrejo tiene una sana tendencia a huir del alboroto que arman usted y sus amigos, pero queda lelo, tal vez tratando de interpretar el sorpresivo fenómeno, cuando una luz intensa lo ilumina de frente. Entonces lo aprisionan como se ha dicho.
Algunos son del tipo compasivo, que quieren perdonarle la vida al cangrejo, pero privarlo de la pinza, que es la parte que más carne contiene. No está demostrado que cada animal liberado sin dicha “extremidad” sobreviva efectivamente, ni mucho menos que la muela pueda reproducirse. Como cualquier especie animal, su abundancia probablemente es engañosa. Antes de lanzar el cangrejo al saco, cerciorarse de que no se trata de una hembra frezada, pues si ella no cumple el ciclo reproductivo tenga por seguro que acabaremos todos comiendo clarias y recordando las entusiastas cangrejadas de un antaño cada vez más pasado y difuso.
Cuando la hembra del cangrejo no es desviada de su camino, su instinto la lleva al agua y a una profundidad de medio metro soltará su carga de huevos bajo el agua. Al cabo de unas semanas, si usted es afortunado de coincidir con la fecha exacta y fue a pescar antes del amanecer a la costa, tal vez sea testigo de que una roca de la orilla comienza a mostrar inusuales reflejos rojizos a la luz del sol naciente.
En la medida en que se aproxima le sorprenderá la móvil superficie de la piedra, hasta que descubra, con asombro la primera vez, que todo es efecto de miles de ínfimas larvas que han salido del agua y ascienden a la roca todas juntas a estrenar su vida terrestre. Cuando el día comienza a calentar, las huestes de pequeños crustáceos rojizos más parecidos a vivaces insectos toman el camino más corto hacia el monte inmediato, trazando una recta inviolable desde el sitio de desembarco hasta el refugio donde los más afortunados crecerán a salvo de depredadores. Este éxodo lineal, acatando asombrosamente la geometría, no se ha de desviar siquiera cuando una charca formada por la lluvia o la marea se interpongan en el camino, pues los cangrejillos recién salidos del mar la cruzarán por la superficie co la misma precisión que una lancha de carreras en una prueba de pole position.
Se cree que el cangrejo de tierra pasa la mayor parte del día escondido en madrigueras y que solo en la noche sale de su refugio a deambular en busca de alimento. Durante el período reproductivo, que abarca generalmente todo el verano, en algunos sitios apartados, principalmente en costas rocosas poco frecuentadas por los humanos, como el sur de la Isla de la Juventud, Guanahacabibes y el tramo costero meridional entre la bahía de Cienfuegos y la península de Ancón, se ha visto que los cangrejos se hallan en grupos amplios, apenas ocultos a la sombra de una roca, una raíz saliente u otro sitio accesible. El crustáceo se recluye en cuevas, por el contrario, en aquellos lugares donde es frecuente el paso de personas, sobre todo de aquellos que andan con la luz, el saco y la botella que no recuerdo bien qué contenía.
El cangrejo de tierra aparece en Cuba en un típico color azul grisáceo, aunque existen otros tonos que tienden al pardo rojizo, el castaño o incluso más claro. Es un hermoso animal, si usted tiene ojos para algo diferente que los dinosaurios mecánicos y los seriales del Planeta Animal. En un sitio de internet, titulado Acuavida.com, leemos que la especie alcanza un peso de unos 500 gramos y llega a su tamaño máximo “tras unas 60 mudas aproximadamente, siendo su crecimiento muy lento y por tanto su esperanza de vida de varios años”. Es cierto que se le halla lo mismo cerca del agua que a varios kilómetros de la costa, en montes y lomas e incluso en la vecindad de la gente. Puede que usted encuentre elegante deletrear el nombre científico del cangrejo en una reunión de pescadores. Es Cardisoma guanhumi 1.
La forma más popular de degustar el cangrejo en Cuba es cocinar las muelas y el pecho con una salsa densa de tomate, picante y muchas especias. En la mesa, es muy entretenido romper el duro cascarón junto al plato y sorber las masas junto con la salsa que cubre cada pieza. Cada vez la mirada se vuelve ansiosa hacia la cerveza a punto de congelación que se toma a pico de botella, pero solo para aplacar un instante el sabor increíble de este logro gastronómico y volver a él. No existe un cubierto especial para romper el duro cascarón del cangrejo; se recuerda confusamente que en una mesa de mucho afecto alguien echaba mano de un clavo de línea muy limpio para machacar delicadamente las muelas, antes de desprender las finas placas calcáreas de su cubierta y acceder a la masa delicada, de aroma único y firme. Un clavo de línea es un artefacto creado para fijar las líneas de ferrocarril a las traviesas y no debe golpear otra cosa que el duro caparazón del cangrejo. La masa del cangrejo es escasa como todo lo valioso.
Algunas personas suelen adquirirla ya limpia, en bolsas plásticas, mientras unos pocos optan por hervir las muelas y partes comestibles del cangrejo para extraer la masa y hacer un enchilado muy higiénico, pero de esta forma queda el comensal con la sensación de no haber comido casi ningún cangrejo y se pierde el interés festivo de la forma tradicional.
El pescador aficionado halla muy valiosa la masa de las patas del cangrejo para usarlas como carnada en la pesca marítima de orilla. Se separan las ocho extremidades, tomando de cada una solo el segmento más grueso – v. gr. ¿el muslo?- y desechando las patas de afiladas puntas y casi ningún músculo. Con golpes muy leves, usando una piedra firme, se resquebraja la cubierta dura y se separan con cuidado las placas calcáreas. Deben obtenerse las masas envueltas en una delicada membrana que por ningún motivo debe romperse, pues ella resulta la garantía de que la carne del crustáceo se mantendrá en el anzuelo hasta que un pez tome de ella, pues la masa carece de consistencia para sostenerse sin ese refuerzo. Se clava entonces en un anzuelo de punta afilada y fino diámetro, y se impulsa al agua esta carnada, con plomada o sin ella, pero con línea fina y mucho cuidado. Atento, la picada viene enseguida.
Durante un mes de abril, no hace muchos años, nos encontramos con algunos amigos en la costa sur de la región oriental para participar juntos en una competencia de pesca a spinning. Durante una semana nos deslumbramos con las hermosas montañas de la Sierra Maestra, presentes todo el tiempo y en todo sitio donde pescábamos, lanzando y recobrando la línea con afán y escaso beneficio. Los lugareños nos veían hacer, meditabundos; cuando dejamos de ser los sospechosos intrusos que parecíamos al principio, algunos se animaron a darnos conversación en la orilla, que queda siempre a pocos pasos de la casa de cada cual:
Mire, en esta época no pica nada. Pero si viene usted cuando llueva, seguro va a llenar la ensarta.

– ¡Ah! Cuando llueve, que el río bota y el peje grande viene a comerse a los chicos que van saliendo – decíamos, haciendo de sabios, percatados de que cada río que bajaba de la montaña tenía un dique firme de arena gris que le cortaba el paso al mar.

Nooo, señor. Lo que pasa es que cuando llueve y viene la tronadera la cangreja baja al agua a poner y todo el pescado se acerca a la orilla a comerse los huevitos.

– ¿Verdad?

– Venga el mes que viene, cuando llueva.

Era una recomendación que le harían a usted cada día, lo mismo en el río La Mula, en Pluma Blanca o la solitaria desembocadura de El Maíz, caminando por la orilla de la carretera en Ocujal del Turquino o tomando un refresco en la cafetería de un poblado. Veían que cargaba una caña y su carrete al hombro y enseguida tenía usted su recomendación. Los pescadores, que necesitan mucho menos que eso para su programación de verano, ya en el tren para retornar a casa bastaba que alguien comenzara:

– Entonces la cangreja, cuando llueve...

Y el viaje se animaba por diez y doce kilómetros más.

NOTA.-
1- Para mayor conocimiento sobre esta y otras especies puedo recomendarle la “Lista actualizada de los crustáceos decápodos de Cuba”, de Rogelio Lalana y Manuel Ortiz (Revista de Investigaciones Marinas, No. 21, año 2000), texto que puede hallar en internet y que contiene la bibliografía vigente hasta esa fecha acerca de este grupo animal en el país.

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