17.11.14



LOS PESCADORES Y
las  GOLONDRINAS

Como todos los que aprecian la vida al aire libre, los pescadores deportivos cultivan la sensibilidad hacia la naturaleza, extendiéndola con frecuencia a dominios no exclusivamente relacionados con el mundo de las aguas.
Recientemente, al concluir la competencia de pesca de agujas que convoca cada año Playas del Este, algunos de los participantes dedicaban el tiempo que restaba hasta la hora de la premiación en disputar un partido de dominó bajo los árboles.
Nos encontrábamos ese día, el penúltimo de mayo, en una finca nombrada “El Guanabito”, ridículo diminutivo del nombre de una playa cercana, pocos kilómetros tierra adentro del lugar donde se llevó a cabo el torneo Primavera ’91. El centro de este típico “rincón campestre” es un gran salón techado de guano bajo cuya cobija se realiza la ceremonia de entrega de trofeos y su espectáculo cultural anexo.
Declinaba la tarde y los mosquitos amenazaban ya con hacer fracasar el juego, sirviendo tal vez de oportuna justificación a los menos afortunados en la data. Fue entonces que alguno del grupo se fijó en las aves:
― ¿Han visto las picadas que hacen sobre nosotros las golondrinas?
― Es que estamos rodeados de mosquitos ―dijo un sabio―. Ellas los cazan al vuelo.
― ¡Y rápido que vuelan!
― ¡Eh! ― exclamó un sorprendido― ¿Vieron eso?
Las maltratadas fichas quedaron quietas un instante y los jugadores levantaron la mirada a los colores cálidos del cielo. Lo que había para ver eran las golondrinas, que en una danza frenética se lanzaban sobre el aparentemente compacto techado de guano entretejido y desaparecían entre las fibras.
― ¡Primera vez que veo algo semejante ― Fueron varios los que así se expresaron, palabra más o menos.
Varios nos acercamos para observar mejor la cubierta vegetal, típica solución constructiva de los campos cubanos, bella, funcional y muy duradera. Descubrimos que las hojas secas se entreabrían en pequeñas galerías, muy próximas unas a otras, en cada una de las cuales la presencia de huellas de excrementos, el piar de pichones y la fugaz visión de una larga cola ahorquillada revelaban la identidad de los moradores.
El hecho acaparó buen rato la conversación mientras la luz del sol y la compasión de los mosquitos permitieron continuar la partida. Días después buscamos ayuda en algunos libros para tratar de conocer algo más sobre estas aves.
En el Larousse Universal Ilustrado pudimos leer: “Las golondrinas son pájaros finos y esbeltos; tienen la cola larga y ahorquillada y el pico ancho y triangular, con una extremidad aplastada. Vuelan con asombrosa rapidez (35 m por segundo) y se nutren de insectos capturados al vuelo; construyen nidos de barro, generalmente en los lugares habitados y de preferencia en las buhardillas y bajo los aleros de los tejados...” (Tomo II, página 256).
La consulta de esta obra y del Diccionario Enciclopédico Ilustrado Sopena nos serviría para esclarecer cierta duda en cuanto a la designación de esta ave, pues no existe sinonimia posible, y de pretenderla sería un error, entre golondrina y alondra, dado que esta última es un pájaro de color pardo, de carne delicada, que se alimenta de insectos, gusanos y semillas, y que las ilustraciones muestran posada y anidando a nivel del suelo, donde nunca se hallará una golondrina.
Completamos nuestra información general con un hermoso libro titulado Las Aves, escrito por Ernest Thomas Gilliard, del American Museum of Natural History. Relata este autor que muchas de las 74 especies de golondrinas están íntimamente relacionadas con el hombre. Son aves cosmopolitas, cuya existencia únicamente no ha sido probada en los Polos, en Nueva Zelandia y en algunas islas desiertas y apartadas.
Entre otros muchos datos interesantes, Gilliard anota que la golondrina es un ave popular a la cual algunos pueblos consideran un heraldo de la primavera. “Por esta razón ― escribe― a una especie que anida en Australia meridional le llaman golondrina bienvenida”. Con tan amenos conocimientos recogidos en la agenda, sentíamos en mayor medida la carencia de datos concretos acerca de nuestra golondrina, sobre la cual no hallábamos noticias en ninguno de los textos consultados.
Fue una suerte encontrarnos al licenciado Orlando Torres Falcón, vicedecano de la facultad de Biología de la Universidad de La Habana, a quien nos envió una joven veterinaria, nombrada Viviana, de la Sociedad Ornitológica. Señala Torres Falcón que las especies más conspicuas que anidan en Cuba son la Golondrina azul cubana (Progne dominiscensis) y la Golondrina de cueva (Hirundo pyrrhonata). La primera, que puede ser confundida con otra especie inmigrante del mismo color (Prognes ubis), es abundante y está bien distribuida en el territorio nacional. Mide unas cinco pulgadas de longitud (12,7 cm) de la cabeza al extremo de la cola, que es, por supuesto, hendida; su velocidad de vuelo resulta apreciable y acostumbra a comer insectos y aun a tomar agua sin detenerse. Para esta última función, realiza veloces picadas sobre la superficie de los estanques.
Plantea el especialista que la golondrina azul cubana es sedentaria y, aunque habita en otros países  del área, no existen evidencias de que emigre y se le encuentra en Cuba en toda época el año. La golondrina de cueva es más compacta de cuerpo, de color pardo, y gusta mucho de anidar en los acantilados y cuevas de las costas.
Durante la época invernal es muy abundante en el país la golondrina de árboles (Iridoprogne bicolor), que no cría en Cuba. También llegan al archipiélago la golondrina común (Hirundo rústica), la de Bahamas, la de garganta roja, la de garganta carmelita y una que carece de nombre común en español y en inglés la denominan Bank swallow (Riparia riparia).
Las golondrinas ―afirma el Vicedecano ― son algunas de las aves menos estudiadas de Cuba. El interés en colaborar con la investigación científica que algunas veces motiva a algunos pescadores aficionados, podría muy bien resultar en el aporte de observaciones que resultaría útiles a los especialistas, tanto a lo que respecta a las aves, como a los mismos peces y muchos otros animales y plantas que de momento no gozan de la prioridad que tienen para la ciencia otras especies, como la tilapia, la langosta y otras que son fuente de alimento.
(Mayo de 1991)

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