CALANDRACA ¿De piedra o de tubo?
La carnada es un componente que solo a los
inexpertos se les pasa de cuenta en los preparativos de la pesquería. A lo largo de los años, los aficionados de la Isla han ido reajustando la prioridad de los diversos tipos de carnada.En los tiempos de auge de las flotas pesqueras cubanas y los convenios con las de aquellos países socialistas que nos arropaban con su solidaridad y a veces nos libraban de tener que empeñarnos por nuestra cuenta en las áridas rutinas cotidianas del desarrollo, usábamos alegremente el calamar para la pesca marítima. Luego este molusco retiró sus cardúmenes a otras mesas y el chicharro era el alimento esencial, al punto que, en una cola del supermercado podía escucharse a una preocupada ama de casa:
― No tengo nada para comer:
¡Tengo el congelador lleno de chicharros!
Entonces comenzamos a usar el
chicharro, fresco, lo mismo ensartando una suculenta cabeza en un anzuelo
número cuatro, al extremo de un nailon de 63 libras de resistencia, que
preparándole en filetes cortados de las bandas, a medida para anzuelos del 2/0,
o salados y secos en cuadraditos, para llevar el domingo a la pesquería de
sedal fino donde el ronco es el más abundante saldo.
Como el chicharro acabó por atracar al refrigerador
de casa solo cuando aparecen las dietas contra el colesterol, la previsión del
material para encarnar hubo de volverse más creativa: aparecieron las carnadas
tomadas directamente del medio natural. Desde que cae la primera lluvia del año
el cangrejo se encueva cerca de las orillas; y otras veces escucha hablar usted
del macao, o de otro crustáceo que llaman “macarela”, o del bicho esponja, que
se corta en anillos negros y expulsa un licor que mancha y huele a diablos,
pero atrae la picada.
Pero nada como la calandraca. La
calandraca de tubo o la calandraca de piedra. Seguramente se le conoció desde
el comienzo de los tiempos en este archipiélago, pero su uso se extendió en los
noventa, junto con todo lo demás que esa tremenda década trajo al país de Polo
Montañez y Leonardo Padura.
Se trata de un gusano poliqueto
marino, que aparece en muy diversas formas y colores. Tiene una forma apropiada
para ensartar en el anzuelo, una longitud que permite aprovechar cada ejemplar
en cuatro o más carnadas; es resistente y muy atractivo para algunas especies
de peces que toman su alimento del fondo.
Los pescadores llaman “calandraca
de tubo” a la que se colecta en fondos arenosos mediante una pala de punta o un
largo fleje metálico con un extremo afilado, que algunos construyen usando una
hoja de suspensión automotriz (el muelle del carro, hermano). Esta herramienta
se introduce en el fondo y al levantar el material y verterlo sobre un tamiz de
malla amplia (un cuarto de pulgada), uno verá una especie de tallos blanduchos
que son las vainas construidas por la lombriz para resguardarse, recubiertas
por granos de arena. Presionando por un extremo, el animal saldrá y continuado
la presión hacia el extremo por el que él aparece, caerá por completo en
nuestra mano. Ahora la otra.
La calandraca de piedra sí que es
dura. Ella taladra el seboruco calizo del fondo y hace galerías a las que no
puede llegar ningún animal, excepto el que porta una mandarria y golpea el
fondo y a veces lo hiende con un cincel y una hachuela. No es un procedimiento agradable al medio ambiente, por el destrozo
que provoca el buscador en áreas coralinas. Un sobrecito de papel con menos de
una docena de calandracas puede costar 15 pesos en ciertos poblados costeros
del oeste de la capital. Hace años una revista española publicó la foto de una
caja llena de serrín dentro de las cuales se exportaban, de Portugal a España,
gusanos poliquetos marinos para su empleo como carnada en la pesca deportiva.
De algo puede uno estar seguro, y es de que un comercio de ese tipo tiene como
origen la cría artificial de tales especies; una industria que seguramente
genera empleo, promueve el deporte de la pesca –y su rica vena turística- y
libera al medio ambiente de una carga depredadora. Ah, nuestros investigadores
en las ramas biológicas de las ciencias del mar, qué buen favor nos harían si
se investigara el impacto que esta práctica causa, y se diera una solución que
evitara el deterioro.
Estas especies, integrantes del
bentos, no son desconocidas para la ciencia cubana. Buscando en internet,
hallamos en la dirección http://www.cbd.int/doc/world/cu/cu-nr-04-es.pdf,
información sobre un Catálogo de poliquetos de Cuba,
publicado por el Acuario Nacional, en el que se registran 427 especies de este
tipo de organismos, enlistados para Cuba. Esto significa que en las últimas
tres décadas se le ha brindado notable atención a este grupo biológico, pues en
1981 un trabajo publicado por la Revista
de Investigaciones Marinas * refería que se habían contabilizado 112
especies de poliquetos marinos sedentarios en las aguas de Cuba, de las cuales
58 eran probables, lo que dejaba 54 especies como comprobadas.
Para mayor información, buscar el
Catálogo
de Poliquetos de Cuba y el Catálogo ilustrado de tipos de los
poliquetos descritos para Cuba en la página web del Acuario Nacional de
Cuba (www.acuarionacional.cu) y en el Portal Oceánico (www.portaloceanico.net).
La lista sistemática de las 427 especies se encuentra en la página web
http://www.ecosis.cu/cenbio/cenbio.htm, formando parte de las listas de "Diversidad
Biológica Cubana".
De acuerdo: el conocimiento que
poseemos los aficionados a la pesca acerca de estas especies no pasa de algunos
rudimentos útiles para hallarlas y hacer uso de ellas como carnada.
Probablemente sería una buena contribución si algún interesado abre un tema en
el foro acerca de este asunto y comenzamos a intercambiar datos. Bueno si nos
enfocamos en saber cómo realizar un empleo sostenible de las calandracas
marinas.
* Suárez,
A. M. (1981): Poliquetos bentósicos cubanos II: Sedentaria. Cuba, Rev.Invest.
Mar. 2(3):3-47.
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